viernes, 6 de agosto de 2010

BOLLO
Tirado, a un lado del cuarto, cerca del armario, como un cadáver y su puerca intimidad. Deseando que surja en mí aunque sea algún matiz de voluntad, el cual me diferencie de los objetos que me rodean. Mi cuerpo se hunde en este piso de madera, sin angustia, ni desesperación; con extrañeza. Mi mano toma un papel, lo arruga, convirtiéndolo en un perfecto bollo, lo tira hacia arriba, con destreza lo vuelvo agarrar, repito el movimiento una y otra vez, extasiado con mi nueva habilidad.
Seré el campeón mundial de este nuevo deporte, viajare por el mundo siendo invencible, orgullo del país, ganare buen dinero y repartiré algo a “los sectores menos favorecidos de esta sociedad”, tapas de revistas y diarios, notas y entrevistas, me volveré “mediático”, grandes discusiones sobre el nuevo ¿deporte? y más temprano que tarde, un detalle desagradable de mi biografía, que se filtra en manos de periodistas sin escrúpulos, ni “códigos”, me hace perder publico; la fama y el dinero y sus locas tentaciones me tendieron una trampa, un giro, un mal paso.
Me redimiré, iré a programas de televisión mostrando que lo peor, me hizo mejor sujeto, un tipo mejor, que detrás del personaje hay una persona, es mas un ser humano “con sus defectos y virtudes”, seguramente estaré de la mano de mi futura esposa, que me contendrá en ese momento clave de la primera lagrima y/o quiebre de voz, hablare de la familia, pediré disculpas a todo el mundo, persona por persona, casa por casa, por haber sido un mal ejemplo, sobre todo para los niños -en ese momento ideal compañero estético será un bebé, en brazos, si es adoptado, mejor-.
Luego, mi mujer me abandona, después que el dinero se termina. Posteriormente juicio de separación, donde pierdo todo, hasta la tenencia.
En un hotel perdido junto a una botella de tequila, encuentran una nota de suicidio, donde escribí “Nunca pude olvidarte”. Al costado de la botella, frasco de pastillas, detrás, boca abajo, el campeón mundial categoría medios de bollito al aire; ya muerto. Los medios sensacionalistas se darán un atracón: “Fotos exclusivas del cadáver”, “Sus ultimas 24 horas”, “¿Quien era la persona que lo acompaño al hotel?”, “¿Fue suicidio?”.
La muerte lograra piedad y lastima, habrá honores oficiales. Pasare a formar parte del santoral popular junto con la Difunta Correa, La Juana Figueroa, Rodrigo Bueno, etc. Los hombres y las mujeres arrodillados en mi tumba, irán a pedir que se cure alguien o que salga el número de lotería que compro la señora y que Dios sabe que ella se lo merece y más que nadie San Bollito, que nunca le fallo.
Mis hijos y mi mujer harán buenos negocios con mi desgracia, se estrenara una película, “El campeón y su infierno”. Éxito de taquilla. Mi parentela retornara a la felicidad, al dinero y a la fama.
Yo estaré pudriéndome en mi bóveda familiar.
De todas esas cosas me salvo todos los días, gracias a mi bendito hastío.





PARED
Hay una pared. Blanca.
Viene un joven en bicicleta y escribe, “basta de amar por costumbre”. Y se va.

Pasa un lapso de tiempo, luego de eso aparece un viejo y pinta con una brocha, “basta de la costumbre de amar”.
Podemos ver como los dos han sido tolerantes con cada una de sus ideas, ya que ninguno tacho lo que había escrito el otro. Mas digno de mérito el personaje mas longevo de nuestro pequeño relato ya que tenia oportunidad de tachar, dañar, etc. lo que dejo de su pensar en la pared el primer escriba.
Luego continúa pasando incesantemente el tiempo. Como siempre.
Pasan diferentes pintadas.
Un coche se estrella contra la pared y queda de aquella pintada algo como “...hambre de amar”. Mucha gente cree leer “hembra de amar”. Quizás porque pasan demasiado rápido.
Luego no lo se muy bien lo que paso, porque yo vivía en un geriátrico, estaba en una silla de ruedas y siempre me ponía a tomar solcito en la ventana, y enfrente tenia la pared y el problema es que ahora me agarro una embolia y me morí.




DETRAS DE TODO HAY NADA
Delantal sucio. Vecinos. Autopista vigiladas por cámaras de television.Balneario a lo largo del río. Vacas, soja, arboledas de los cascos, antenas diret TV. El arroyo. Caballo blanco con pintitas negras, come pasto, luego me mira y rebufa. Música por la radio del auto. Carteles de almacén, carnicería, farmacia. Cables cruzados por el aire. En un rancho suena un clámame. Delante de una fila de eucaliptos. Tractores. Garrapiñada. Pizza, bebidas frescas. Tranqueras. Corderos que asan al fuego. La municipalidad. La estatua del prócer. La plaza. Parrilla. Rastrojero diesel que pasa tocando la bocina. Pájaros de la cabeza de atar.

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