Dulces Paralelas
Cuentos
viernes, 6 de agosto de 2010
DULCES PARALELAS
Héctor Ramón Cuenya
A María Laura Fernández.
- ¿Que hace todo el dia?
-¿Qué cree que hago? Miro.
Henri Cartier-Bresson.
Reportaje de Pierre Assouline.
Paris, 1998.
La presentación del libro será en la noche, en lo posible con lluvia. El autor y el público estarán a cubierto de la lluvia, y de todo lo demás que pueda llegar a ocurrir.
Primero aparecerá un caballero que nos deleitara con un truco de naipes y mientras lo hace también nos contara una anécdota del escriba.
Una luz blanca iluminara un extremo del escenario y aparecerá el protagonista de la anécdota del segundo párrafo sonriente, pleno y diciendo “Así es... etc.... gracias”. Llevara en sus manos dos copas y una botella de champaña.
En caso que el autor este enfermo, triste o quizás y porque no tímido, habrá siempre un actor preparado para suplantarlo.
El caballero y el escriba hablaran sobre la magia. Y la luz se apaga y aparece un ilusionista que nos volverá a deleitar con ilusiones.
El caballero y el escriba no dejan de beber en ningún instante. El caballero y el escriba no dejan de deleitarse y aplaudir desde un extremo del escenario.
Las luces se apagan y aparecen diferentes personajes que representan diferentes partes del texto muchos de ellos disfrazados y maquillados.
El autor sigue atento el espectáculo y no deja de beber en ningún instante.
BOLLO
Tirado, a un lado del cuarto, cerca del armario, como un cadáver y su puerca intimidad. Deseando que surja en mí aunque sea algún matiz de voluntad, el cual me diferencie de los objetos que me rodean. Mi cuerpo se hunde en este piso de madera, sin angustia, ni desesperación; con extrañeza. Mi mano toma un papel, lo arruga, convirtiéndolo en un perfecto bollo, lo tira hacia arriba, con destreza lo vuelvo agarrar, repito el movimiento una y otra vez, extasiado con mi nueva habilidad.
Seré el campeón mundial de este nuevo deporte, viajare por el mundo siendo invencible, orgullo del país, ganare buen dinero y repartiré algo a “los sectores menos favorecidos de esta sociedad”, tapas de revistas y diarios, notas y entrevistas, me volveré “mediático”, grandes discusiones sobre el nuevo ¿deporte? y más temprano que tarde, un detalle desagradable de mi biografía, que se filtra en manos de periodistas sin escrúpulos, ni “códigos”, me hace perder publico; la fama y el dinero y sus locas tentaciones me tendieron una trampa, un giro, un mal paso.
Me redimiré, iré a programas de televisión mostrando que lo peor, me hizo mejor sujeto, un tipo mejor, que detrás del personaje hay una persona, es mas un ser humano “con sus defectos y virtudes”, seguramente estaré de la mano de mi futura esposa, que me contendrá en ese momento clave de la primera lagrima y/o quiebre de voz, hablare de la familia, pediré disculpas a todo el mundo, persona por persona, casa por casa, por haber sido un mal ejemplo, sobre todo para los niños -en ese momento ideal compañero estético será un bebé, en brazos, si es adoptado, mejor-.
Luego, mi mujer me abandona, después que el dinero se termina. Posteriormente juicio de separación, donde pierdo todo, hasta la tenencia.
En un hotel perdido junto a una botella de tequila, encuentran una nota de suicidio, donde escribí “Nunca pude olvidarte”. Al costado de la botella, frasco de pastillas, detrás, boca abajo, el campeón mundial categoría medios de bollito al aire; ya muerto. Los medios sensacionalistas se darán un atracón: “Fotos exclusivas del cadáver”, “Sus ultimas 24 horas”, “¿Quien era la persona que lo acompaño al hotel?”, “¿Fue suicidio?”.
La muerte lograra piedad y lastima, habrá honores oficiales. Pasare a formar parte del santoral popular junto con la Difunta Correa, La Juana Figueroa, Rodrigo Bueno, etc. Los hombres y las mujeres arrodillados en mi tumba, irán a pedir que se cure alguien o que salga el número de lotería que compro la señora y que Dios sabe que ella se lo merece y más que nadie San Bollito, que nunca le fallo.
Mis hijos y mi mujer harán buenos negocios con mi desgracia, se estrenara una película, “El campeón y su infierno”. Éxito de taquilla. Mi parentela retornara a la felicidad, al dinero y a la fama.
Yo estaré pudriéndome en mi bóveda familiar.
De todas esas cosas me salvo todos los días, gracias a mi bendito hastío.
PARED
Hay una pared. Blanca.
Viene un joven en bicicleta y escribe, “basta de amar por costumbre”. Y se va.
Pasa un lapso de tiempo, luego de eso aparece un viejo y pinta con una brocha, “basta de la costumbre de amar”.
Podemos ver como los dos han sido tolerantes con cada una de sus ideas, ya que ninguno tacho lo que había escrito el otro. Mas digno de mérito el personaje mas longevo de nuestro pequeño relato ya que tenia oportunidad de tachar, dañar, etc. lo que dejo de su pensar en la pared el primer escriba.
Luego continúa pasando incesantemente el tiempo. Como siempre.
Pasan diferentes pintadas.
Un coche se estrella contra la pared y queda de aquella pintada algo como “...hambre de amar”. Mucha gente cree leer “hembra de amar”. Quizás porque pasan demasiado rápido.
Luego no lo se muy bien lo que paso, porque yo vivía en un geriátrico, estaba en una silla de ruedas y siempre me ponía a tomar solcito en la ventana, y enfrente tenia la pared y el problema es que ahora me agarro una embolia y me morí.
DETRAS DE TODO HAY NADA
Delantal sucio. Vecinos. Autopista vigiladas por cámaras de television.Balneario a lo largo del río. Vacas, soja, arboledas de los cascos, antenas diret TV. El arroyo. Caballo blanco con pintitas negras, come pasto, luego me mira y rebufa. Música por la radio del auto. Carteles de almacén, carnicería, farmacia. Cables cruzados por el aire. En un rancho suena un clámame. Delante de una fila de eucaliptos. Tractores. Garrapiñada. Pizza, bebidas frescas. Tranqueras. Corderos que asan al fuego. La municipalidad. La estatua del prócer. La plaza. Parrilla. Rastrojero diesel que pasa tocando la bocina. Pájaros de la cabeza de atar.
Tirado, a un lado del cuarto, cerca del armario, como un cadáver y su puerca intimidad. Deseando que surja en mí aunque sea algún matiz de voluntad, el cual me diferencie de los objetos que me rodean. Mi cuerpo se hunde en este piso de madera, sin angustia, ni desesperación; con extrañeza. Mi mano toma un papel, lo arruga, convirtiéndolo en un perfecto bollo, lo tira hacia arriba, con destreza lo vuelvo agarrar, repito el movimiento una y otra vez, extasiado con mi nueva habilidad.
Seré el campeón mundial de este nuevo deporte, viajare por el mundo siendo invencible, orgullo del país, ganare buen dinero y repartiré algo a “los sectores menos favorecidos de esta sociedad”, tapas de revistas y diarios, notas y entrevistas, me volveré “mediático”, grandes discusiones sobre el nuevo ¿deporte? y más temprano que tarde, un detalle desagradable de mi biografía, que se filtra en manos de periodistas sin escrúpulos, ni “códigos”, me hace perder publico; la fama y el dinero y sus locas tentaciones me tendieron una trampa, un giro, un mal paso.
Me redimiré, iré a programas de televisión mostrando que lo peor, me hizo mejor sujeto, un tipo mejor, que detrás del personaje hay una persona, es mas un ser humano “con sus defectos y virtudes”, seguramente estaré de la mano de mi futura esposa, que me contendrá en ese momento clave de la primera lagrima y/o quiebre de voz, hablare de la familia, pediré disculpas a todo el mundo, persona por persona, casa por casa, por haber sido un mal ejemplo, sobre todo para los niños -en ese momento ideal compañero estético será un bebé, en brazos, si es adoptado, mejor-.
Luego, mi mujer me abandona, después que el dinero se termina. Posteriormente juicio de separación, donde pierdo todo, hasta la tenencia.
En un hotel perdido junto a una botella de tequila, encuentran una nota de suicidio, donde escribí “Nunca pude olvidarte”. Al costado de la botella, frasco de pastillas, detrás, boca abajo, el campeón mundial categoría medios de bollito al aire; ya muerto. Los medios sensacionalistas se darán un atracón: “Fotos exclusivas del cadáver”, “Sus ultimas 24 horas”, “¿Quien era la persona que lo acompaño al hotel?”, “¿Fue suicidio?”.
La muerte lograra piedad y lastima, habrá honores oficiales. Pasare a formar parte del santoral popular junto con la Difunta Correa, La Juana Figueroa, Rodrigo Bueno, etc. Los hombres y las mujeres arrodillados en mi tumba, irán a pedir que se cure alguien o que salga el número de lotería que compro la señora y que Dios sabe que ella se lo merece y más que nadie San Bollito, que nunca le fallo.
Mis hijos y mi mujer harán buenos negocios con mi desgracia, se estrenara una película, “El campeón y su infierno”. Éxito de taquilla. Mi parentela retornara a la felicidad, al dinero y a la fama.
Yo estaré pudriéndome en mi bóveda familiar.
De todas esas cosas me salvo todos los días, gracias a mi bendito hastío.
PARED
Hay una pared. Blanca.
Viene un joven en bicicleta y escribe, “basta de amar por costumbre”. Y se va.
Pasa un lapso de tiempo, luego de eso aparece un viejo y pinta con una brocha, “basta de la costumbre de amar”.
Podemos ver como los dos han sido tolerantes con cada una de sus ideas, ya que ninguno tacho lo que había escrito el otro. Mas digno de mérito el personaje mas longevo de nuestro pequeño relato ya que tenia oportunidad de tachar, dañar, etc. lo que dejo de su pensar en la pared el primer escriba.
Luego continúa pasando incesantemente el tiempo. Como siempre.
Pasan diferentes pintadas.
Un coche se estrella contra la pared y queda de aquella pintada algo como “...hambre de amar”. Mucha gente cree leer “hembra de amar”. Quizás porque pasan demasiado rápido.
Luego no lo se muy bien lo que paso, porque yo vivía en un geriátrico, estaba en una silla de ruedas y siempre me ponía a tomar solcito en la ventana, y enfrente tenia la pared y el problema es que ahora me agarro una embolia y me morí.
DETRAS DE TODO HAY NADA
Delantal sucio. Vecinos. Autopista vigiladas por cámaras de television.Balneario a lo largo del río. Vacas, soja, arboledas de los cascos, antenas diret TV. El arroyo. Caballo blanco con pintitas negras, come pasto, luego me mira y rebufa. Música por la radio del auto. Carteles de almacén, carnicería, farmacia. Cables cruzados por el aire. En un rancho suena un clámame. Delante de una fila de eucaliptos. Tractores. Garrapiñada. Pizza, bebidas frescas. Tranqueras. Corderos que asan al fuego. La municipalidad. La estatua del prócer. La plaza. Parrilla. Rastrojero diesel que pasa tocando la bocina. Pájaros de la cabeza de atar.
CUMBIA
Veo un sol amarillo, palmeras, negritos felices y borrachos, pintados sobre una pared dentro del bar, en medio de la noche acariciado por una brisa seca y cálida que hace sonar objetos colgando en la puerta. Sentado en una silla de madera apoyando los codos en la mesa, mientras mis piernas saltan, siguiendo el ritmo de la canción que a todo volumen inunda el local. Tomo pisco y soy devorado por los mosquitos. Las horas están pasando lentas, pero el alcohol hace que sean como caricias. Espero el tren, soñando con soles, escombros, desiertos.
En el medio del local, sobre el piso de tierra, hay gallinas sueltas, que parecieran estar bailando al son de la música.
Apenas recuerdo algún pasado, ni puedo imaginar ninguna forma de futuro, ni de donde vengo, ni a donde voy, ninguna voluntad o pensamiento. Los sentidos mareados, los ojos adormecidos. Un zombi, un muerto viviente, víctima de alguna practica vudú para ser esclavo de un amo cruel e invisible. Mientras pienso esto, recorro los dibujos de las etiquetas de las botellas del lugar, entretenido con los colores y letras.
Yo espero al tren, que me lleve, para subir al cielo de mi noche, con la tierna indiferencia del mundo.
PIROPO
Cerca de mí, el papagayo arriba del coche abandonado y destrozado y una niña, miran cómo el árbol se convierte en fogata, el viento acaricia sus llamas, a orillas del río. Ambos contempla la hoguera, la niña con ojos casi cerrados, de letargo y el papagayo con curiosidad científica.
No sé cómo comenzó esta ceremonia.
Tengo una esta extraña sensación: no tener retorno.
Miro los cabellos de la chica, mecidos por la brisa, parecidos al fuego, como una piedra preciosa que baila y encandila.
Recuerdo que soñé estar aquí.
PUCHERO
Imaginarios milagros, desde olores de las cocinas, mientras paseo por las calles de este barrio pintado de blanco y ahora amarillo por el atardecer, con sus puertas, ventanas de madera, de dorados vidrios.
Cacerolas con garbanzos, porotos, cocidos en agua con zanahorias, apio, choclos, cebollas, puerro, laurel, pimienta y perejil, en ollas y fuentes grandes. Mundo animal y vegetal, separado. Asado, vacío, rabo, caracú, falda y lengua; lavada y desgrasada. Pollo o gallina. Horas de calor. Horas de hornallas. Morcilla, chorizos colorados, el codillo, la panceta, el cuerito de chancho. Aceite de oliva, mostaza.
Caminando, despistado, cierro los ojos, aspiro con todas las fuerzas este aire seco, fresco.
Cierro los ojos y cruzo los dedos, un perro me sigue y siento tu voz dentro de mis oídos, recordando comidas y amores que se fueron.
Veo un sol amarillo, palmeras, negritos felices y borrachos, pintados sobre una pared dentro del bar, en medio de la noche acariciado por una brisa seca y cálida que hace sonar objetos colgando en la puerta. Sentado en una silla de madera apoyando los codos en la mesa, mientras mis piernas saltan, siguiendo el ritmo de la canción que a todo volumen inunda el local. Tomo pisco y soy devorado por los mosquitos. Las horas están pasando lentas, pero el alcohol hace que sean como caricias. Espero el tren, soñando con soles, escombros, desiertos.
En el medio del local, sobre el piso de tierra, hay gallinas sueltas, que parecieran estar bailando al son de la música.
Apenas recuerdo algún pasado, ni puedo imaginar ninguna forma de futuro, ni de donde vengo, ni a donde voy, ninguna voluntad o pensamiento. Los sentidos mareados, los ojos adormecidos. Un zombi, un muerto viviente, víctima de alguna practica vudú para ser esclavo de un amo cruel e invisible. Mientras pienso esto, recorro los dibujos de las etiquetas de las botellas del lugar, entretenido con los colores y letras.
Yo espero al tren, que me lleve, para subir al cielo de mi noche, con la tierna indiferencia del mundo.
PIROPO
Cerca de mí, el papagayo arriba del coche abandonado y destrozado y una niña, miran cómo el árbol se convierte en fogata, el viento acaricia sus llamas, a orillas del río. Ambos contempla la hoguera, la niña con ojos casi cerrados, de letargo y el papagayo con curiosidad científica.
No sé cómo comenzó esta ceremonia.
Tengo una esta extraña sensación: no tener retorno.
Miro los cabellos de la chica, mecidos por la brisa, parecidos al fuego, como una piedra preciosa que baila y encandila.
Recuerdo que soñé estar aquí.
PUCHERO
La vía láctea pasa por el estómago.Paracelso
Cacerolas con garbanzos, porotos, cocidos en agua con zanahorias, apio, choclos, cebollas, puerro, laurel, pimienta y perejil, en ollas y fuentes grandes. Mundo animal y vegetal, separado. Asado, vacío, rabo, caracú, falda y lengua; lavada y desgrasada. Pollo o gallina. Horas de calor. Horas de hornallas. Morcilla, chorizos colorados, el codillo, la panceta, el cuerito de chancho. Aceite de oliva, mostaza.
Caminando, despistado, cierro los ojos, aspiro con todas las fuerzas este aire seco, fresco.
Cierro los ojos y cruzo los dedos, un perro me sigue y siento tu voz dentro de mis oídos, recordando comidas y amores que se fueron.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)